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A PROPÓSITO...

A propósito de que muchos hablan del florentino Nicolás Maquiavelo (Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, 1469-1527) y pocos han leído su obra, especialmente la más conocida titulada El Príncipe, donde expone su filosofía política, se transcriben a continuación algunos fragmentos del pensamiento de este autor, al que todos, particulamente los que aspiran a ser considerados verdaderamente “políticos”, debieran leer para aprender de él y dejar de satanizarlo sin entenderlo.
Porque hay personajes en el ámbito del quehacer público sudcaliforniano que se dejan llamar “políticos” sin serlo en realidad, pues carecen de sustentos teóricos e ideológicos que resultan imprescindibles para el ejercicio de las tareas al servicio de los demás. Vaya, se dan casos en que ni siquiera están enterados del contenido de los documentos fundamentales de la institución política de la que provienen y merced a la cual están en tal posición. Son, en todo caso, buscachambas que piensan en la función gubernamental como medio para meter las manos en los presupuestos, y no como forma de hacer el bien a la sociedad que los coloca en los puestos públicos. De ahí que hoy se les vea en un partido y mañana en otro, siempre en búsqueda de oportunidades de colocación en un sitio desde el cual medrar, sin ofrecer nada a cambio, ni capacidad, ni eficiencia, ni honradez, ni un pasado del cual sentirse orgullosos.
Pero volvamos al maestro italiano del deber-ser político y su libro:
“El [gobernante] debe hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio, pues no es imposible ser a la vez temido y no odiado; y para ello bastará que se abstenga de apoderarse de los bienes... de sus ciudadanos y súbditos; pero, sobre todo, abstenerse de los bienes ajenos, porque los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio. Luego, nunca faltan excusas para despojar a los demás de sus bienes, y el que empieza a vivir de la rapiña siempre encuentra pretextos para apoderarse de lo ajeno...
“Trate el [gobernante] de huir de las cosas que lo hagan odioso y despreciable, y una vez logrado habrá cumplido con su deber... Hace odioso, sobre todo..., el ser expoliador y el apoderarse de los bienes... de los súbditos, de todo lo cual convendrá abstenerse. Porque la mayoría de los hombres, mientras no se ven privados de sus bienes y de su honor, viven contentos.
“El [gobernante] también se mostrará amante de la virtud y honrará a los que se distingan en las artes. Asimismo dará seguridades a los ciudadanos para que puedan dedicarse tranquilamente a sus profesiones, al comercio, a la agricultura y a cualquiera otra actividad; y que unos no se abstengan de embellecer sus posesiones por temor a que se las quiten, y otros de abrir una tienda por miedo a los impuestos.
“No es punto carente de importancia la elección de los [colaboradores], que será buena o mala según la cordura del [gobernante]. La primera opinión que se tiene del juicio de un [gobernante] se funda en los hombres que lo rodean: si son capaces y fieles, podrá reputárselo por sabio, pues supo hallarlos capaces y mantenerlos fieles; pero cuando no lo son, no podrá considerarse prudente a un [gobernante] que el primer error que comete lo comete en esta elección.
“Pues hay tres clases de cerebros: el primero discierne por sí; el segundo entiende de lo que los otros disciernen; y el tercero no discierne ni entiende de lo que los otros disciernen. El primero es excelente, el segundo bueno y el tercero inútil.
“Para conocer a un [colaborador] hay un modo que no falla nunca. Cuando se ve que un [colaborador] piensa más en él que en uno, y que en todo no busca sino su provecho, estamos en presencia de un [colaborador] que nunca será bueno y en quien el [gobernante] nunca podrá confiar...”
(En el original se lee “príncipe” donde escribimos entre corchetes “gobernante”, y dice “ministro” donde anotamos “colaborador”.)
Estamos en buen tiempo, el de inminentes cambios en las estructuras del poder estatal, de que los alucinados por éste dejen de tener puesta su atención en las ahora vacías y endeudadas arcas del erario, y vuelvan sus ojos misericordiosos a las lecturas de quienes, como Maquiavelo, Max Weber, Azorín, Jesús Reyes Heroles, los recién desaparecidos Monsiváis y Dehesa, Daniel Cosío Villegas y hasta el mismo Baltazar Dromundo, tienen bastante que ofrecerles en materia de sustento a sus obsesiones.
Tampoco les vendría mal leer la Constitución del Estado.

em_coronado@yahoo.com/

HISTORIA


EFEMÉRIDES SUDCALIFORNIANAS

SEPTIEMBRE

8. Fiesta tradicional de la ciudad de Loreto, cuando se recuerda la inauguración de su templo misional, en 1704.

9 (1997). Murió en La Paz (BCS) el teniente coronel César Atilio Abente Benítez, figura sobresaliente en la historia de las comunicaciones aéreas de esta parte de México, donde radicó y a la cual sirvió denodadamente desde su juventud. Nació el 8 de abril de 1910 en Asunción, capital de Paraguay.
En el Colegio Nacional de la capital de su país cursó los estudios básicos y superiores, y enseguida se incorporó como cadete al ejército paraguayo.
Más tarde surgió el conflicto entre Paraguay y Bolivia por la región conocida como El Chaco, que dio nombre a la posterior guerra entre ambos países (1932-1935). Abente conoció por esa época al piloto mexicano Pablo L. Sidar, quien lo invitó a estudiar aviación en México; aceptó la oportunidad así como una beca que le fue concedida por el presidente Plutarco Elías Calles.
Se graduó en la Escuela Militar de Aviación a los 24 años de edad, ya con el apodo afectuoso de el “Che”, e inmediatamente fue requerido para regresar a servir a su patria; luego de un breve curso en aviones de combate entró a la lucha, en la cual obtuvo las medallas “Cruz de Defensor de la Patria” y “Cruz del Chaco”, máximas preseas de reconocimiento del gobierno paraguayo.
Volvió a México donde solicitó y logró la nacionalidad de este país, pero en tanto se resolvía su petición estuvo en Nicaragua como instructor de vuelos y piloto particular del presidente Anastasio Somoza, a resultas de lo cual recibió el grado de capitán piloto aviador.
Ya con la nacionalidad mexicana, el Che ingresó a la Fuerza Aérea del país, que entró a la II Guerra Mundial en 1942. Fue asignado al escuadrón 201 que tenía la misión de patrullar las costas del golfo de México para proporcionar protección a la navegación marítima.
Lo cambiaron al territorio de Quintana Roo, y en enero de 1945 al escuadrón 203 que tenía su base en la capital de Baja California Sur, donde asumió el cargo de segundo comandante. La Paz contaba apenas con una pista de tierra muy corta, suficiente para los aviones del escuadrón pero no para aeronaves más grandes, así que el Che gestionó el apoyo del gobernador Francisco J. Múgica y pudo ampliar la pista, lo que permitió el aterrizaje del DC-3 para propiciar un decisivo desarrollo regional.
Desde el mismo 1945 fue ascendido a comandante de su escuadrón.
La damita paceña Gloria Arámburo Barrera fue su esposa el 18 de marzo de 1947, de cuya unión nació Marco Antonio (Qepd), y de éste sus nietos Chiara, Bárbara y Norvell.
Por esas mismas fechas se le comisionó a Sonora al mando de una escuadrilla para colaborar en la campaña contra la siembra ilegal de enervantes. Al año siguiente regresó con un avión y luego adquirió otro más en los que comenzó a dar instrucción de vuelo; ésta constituyó la primera escuela de aeronáutica de Baja California Sur donde obtuvieron sus alas buena cantidad de pilotos.
En 1948 le fue confiada también la comandancia del aeropuerto civil de La Paz, ubicado en los terrenos donde están actualmente el palacio de gobierno y el fraccionamiento Perla. Igual confianza mereció para ser comandante del aeropuerto internacional que fue inaugurado en 1953.
Durante la primera etapa de construcción de la carretera transpeninsular (alrededor de 1950), el Che fue piloto de la Tycsa (Talleres y Construcciones, S.A.) y abrió las pistas del kilómetro 28, de Santa Rita y la colonia María Auxiliadora. En esta última, algún tiempo más tarde, hallaron la muerte el piloto Fernando Abente Perrín, hijo del primer matrimonio del Che, y sus pasajeros. El segundo de sus descendientes fue Norvell Abente Martin.
Por esos años cultivó amistad con el periodista Fernando Jordán Juárez, a quien transportó por gran parte de este Otro México y dio generoso hospedaje en su hogar, donde el escritor perdió la vida por decisión personal.
De 1972 (año anterior a su retiro de la Fuerza Aérea Mexicana como teniente coronel) hasta 1977, le fue otorgada la comandancia del aeropuerto internacional de Loreto, donde participó con igual entusiasmo en las obras de ampliación y fundó la primera escuela de vuelo de esa ciudad.
Se jubiló siendo decano de la Asociación de la Escuela Militar de Aviación, A.C., portando las medallas de su país nativo, las mexicanas de Perseverancia y al Mérito Militar, el Collar del Cuerpo de Defensores de la República y la de pertenencia a la Legión de Honor de la secretaría de la Defensa Nacional.
Pero ante todo dejó al marcharse para siempre el 9 de septiembre de 1997 en La Paz, Baja California Sur, un cimentado prestigio de rectitud, servicio y lealtad a sus patrias.
(Información basada en la biografía que con motivo de su fallecimiento elaboró el capitán piloto aviador Enrique Guerrero Osuna, presidente de la Asociación Estatal de la Escuela Militar de Aviación, A. C.)

10 (1879). Nació en La Paz Nicolás T. Antuna, quien sería revolucionario sudcaliforniano. Murió el 13 de agosto de 1913 en El Copalar (hoy ejido Santa Cruz), municipio de Los Cabos.

LIBRERÍA


History of the Pacific States of North America, por Hubert Howe Bancroft, vol. X: North Mexican States (1531-1800), A. L. Bancroft & Company, Publishers, 1883, 751 págs.

Contiene 27 capítulos que son, en su orden: Cortés en las costas del mar del Sur (1521-1530), Nuño de Guzmán en Sinaloa (1530-1531), Cortés, Guzmán y Cabeza de Vaca (1532-1536), Niza, Ulloa, Coronado y Alarcón (1537-1542), Anales de Nueva Vizcaya (1554-1600), Viajes al noroeste (1540-1600), Exploraciones martítimas (1601-1636), Exploraciones al golfo de California (1636-1769).
Anales de Sinaloa y Sonora (1600-1650), Anales de Sonora y Sinaloa (1650-1700), Ocupación jesuítica de Baja California (1697-1700), Anales de Nueva Vizcaya (1600-1640), Historia de Nueva Vizcaya (1641-1700), Nuevo México, Coahuila y Texas (1600-1700), Anales de Baja California (1701-1717), Anales jesuíticos de Baja California (1717-1750), Baja California: jesuitas y franciscanos (1650-1769).
Sonora y Sinaloa (1701-1730), Anales de Sonora y Sinaloa (1731-1751), Los últimos jesuitas en Sonora (1752-1767), Nueva Vizcaya o Durango y Chihuahua (1701-1767), Texas, Sinaloa y Nuevo México (1701-1800), Nueva Vizcaya, Provincias Internas e Intendencia de Durango (1768-1800), Sonora y Sinaloa (1768-1800), Franciscanos y dominicos en la península [de B. C.] (1769-1774), Anales de Baja California (1775-1800) y Ocupación de Alta California (1769-1800).
Todo lo cual constituye, según puede verse, un extenso estudio sobre la historia de las entidades norteñas de México desde las primeras expediciones cortesianas hasta los finales de la decimoctava centuria en que los franciscanos ocuparon la California continental.
Por si fuera poco, la obra se adiciona de un nutrido índice onomástico y buena cantidad de mapas, todo lo cual aporta valiosos materiales a los interesados en estos temas a partir de los estudios del señor Bancroft (1832 - 1918), historiador, hispanista y bibliógrafo estadounidense.